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La Vida De Moyses y Abraham Pinto
En La Jungla Del Amazonas



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En mi primer viaje que hice 1881-82 desde Teffé al río "Javary" llegamos a un lugarcito que se llama "Tomantinos" donde estaba establecido Rafael Foinquinos con su mujer, Sara Attias, cuya hija aún existe aquí en Tanger, y se llama Rahma. Ahí en ese lugar embarcó un Sr. Capitán Acevedo, que era alcalde de ese lugar, para un puerto más distante. El capitán del vapor era un oficial de la marina de guerra brasilera, hombre de una educación esmerada, fino y amable y por delicadeza con el Sr. Alcalde no se sentó en la mesa tanto él como nosotros, los pasajeros, hasta que viniéra el señor Alcalde. Aparece un señor que le gustaba mucho la " cachassa", y viene en calzoncillos porque se le había olvidado ponerse los pantalones.

A la vuelta de mi viaje al "Javary" para dirigirme a Teffé pasé por Tomantinos y después de una hora de bajada por el río en mi canoa, veo de lejos una gran playa, quizás más grande que la de Tanger, y veo varias chocitas en la misma, cao insólito por esos parajes. Me acerco y veo bastante gente muy ocupada en trabajos que no entendía. Desembarco en dicha playa y me entero que están ocupados en el trabajo de la fabricación de la "manteigia" o sea el aceite de los huevos de tartalugas.

Es muy curioso y relataré con algunos detalles esta fabricación. Por el mes de Septiembre-Octubre el municipio de Tomantinos y "Forteboa" que era también cerca de esa playa, ponen un guardia con una chocita, con el objeto de alejar de dicha playa toda embarcación de canoa que sube y baja cerca de ésta. Y el fin es de evitar todo ruido de remos para no ahuyentar a las tartalugas que van a salir a la playa a depositar sus huevos. En una noche de luna muy clara, sale una tartaluga del río y se da un paseo por la playa; al día siguiente las huellas de esta sobre la arena de la playa. El guardián, guarda todo silencio, y hasta fuego no enciende en su choza. A la noche siguiente pasa lo mismo, a la tercera noche sale un tropel de tartalugas que se calcula en muchos miles de ellas; la gente de la playa dicen que hasta 20.000 salen del río a depositar sus huevos. Las tartalugas hacen un hoyo en la arena, con las patas o con las manos, de unos 30 o 40 cms. de profundidad y allí depositan sus huevos, que cada una de ellas depositan de 80 a 120 huevos cada una. Los cubren con arena, lo aplastan con el pecho y ya está la playa materialmente llena de huevos.
 El huevo de la tortuga o tartaluga es redondo y de un tamaño del de la gallina; su llema es casi todo aceite.

Al acabar las tortugas de poner sus huevos se echan cientos de personas que las est án esperando en un recodo de la playa en canoas y desembarcan y se precipitan para hacer el viraje que consiste en voltear a las tortugas de pecho para arriba y la privan de todo movimiento, y una vez volteadas las tortugas las llevan al bosque que está cerca y depositarlas a la sombra, (también puestas de vientre para arriba), y preservarlas del sol tan fuerte que hace porque es muy dañino para ellas.

Las que se escapan de ese volteo se dirigen al río y se sumergen pero a la orilla de la playa ya las espera otro percance que consiste en una hilera de cocodrilos que hacen su banquete con las que pueden coger. Otro percance las pasa en el bosque, donde están depositadas ahí acuden varios tigres a banquetearse también. Y no es raro encontrarse con un animalito de esos cuando vamos a retirar algunas para nuestro consumo. Pero el "Winchester" que no le lárgamos ni de día ni de noche hace su oficio. El trabajo de la fabricación de aceite de tartaluga consiste en lo siguiente: las canoítas que están a la orilla del río, los indios las llenan de huevos, que sacan de la playa con mucha facilidad con una pala. Allí abren los huevos con pinchos de madera y agregan una cantidad de agua y los dejan expuestos al sol y al día siguiente se ve una nata de aceite del grueso de mas de una pulgada: se recoge toco ese aceite y se hierve en calderos, en hogueras que hacen con leña fácilmente encendida del bosque y ya está el aceite listo. Se envasa en latas de más o menos 20 litros cada una, que se llevan los nativos a propósito para ese fin. Soldadas dichas latas ya están listas para la exportación. El aceite es muy sabroso, y sirve para la cocina así como también para los vapores fluviales que surcan los ríos. Yo por mi parte no me hice de los perezosos; con los dos hombres que tenía para remar mi canoa, fuí al bosque, cotamos cuatro palos bastante fuertes, los hincamos en la playa, hicímos un techo de hojas de palmeras bastante espeso para preservemos del sol y la lluvia, y de dos palos de ellos amarré mi hamaca; ya tengo casa propia. Descargo mi canoíta de la poca mercancía que me quedaba así como de los productos de caucho que había comprado y los deposité en mi barraca. Teniendo ya la canoíta vacía principiamos hacer lo mismo que los demás. Y así de 3 meses que me quedé en la playa fabriqué yo y mis remeros, como 60 latas de este aceite; las latas, las compré a comerciantes que había en la playa y valían un shelín cada una. Además de eso compré a crédito como 200 latas de otros comerciantes y en pago les daba giros sobre mis tíos a Teffé.

Llega un vapor, fondea enfrente de la playa y embarco mis latas con destino al Pará, a los corresponsales de mis tíos. Fue mi primer negocio de alguna importancia y que fue desastroso porque perdí una tercera parte de su valor al venderlo en Pará porque acudió mucho de ese aceite al mercado, de otras muchas playas del Amazonas y bajó el precio. Cada lata valía más o menos una libra. El episodio curioso que os quiero relatar es el siguiente: Estando atareado en la fabricación del aceite fondeó frente a la playa un vapor de unas 300 toneladas de porte que se llamaba “Morrua”; sale un bote de abordo y se dirige a la playa y nosotros curiosos fuimos a ver lo que deseaba el bote y nos manifestó un oficial que venía que el comandante nos pedía que le vendiésemos algunas tortugas para su rancho de abordo. Le contestamos que nosotros no vendíamos tortugas, que se dirigiéra al bosque y llenara su bote de ellas sín ninguna clase de pago. El comandante al ver tanta generosidad de nuestra parte, nos invitó que fuéramos abordo a almorzar. Así lo hicimos unos 8 o 10, y allí comimos carne de vaca que estábamos privados desde mucho tiempo. Porque en la playa nos alimentábamos a tortugas y pescado.

El propietario del vapor íba abordo y se llamaba "General Reyes." Antes de seguir con el episodio del General Reyes: Después de estar 3 meses en la playa la hemos abandonado a causa de la crecída del río, que la inunda, y además porque ya no hay huevos con que fabricar el aceite, puesto que todos los huevos restantes ya se transformaron en pequeñas tortugas que van saliendo de los boquetes de la arena y se dirigen al río. A la orilla otro banquete de cocodrilos que las esperan y se tragan miles de ellas. Y nosotros por nuestra parte cogemos muchas canastas de ellas, que hervidas es un manjar sabroso.

El General Reyes, con su vapor se dirige desde el Pará al río "Putumayo" distante de Pará de algo más de 3.000 millas. Este río es un afluente del Amazonas que está cerca de Iquitos y que lo conozco por una parte.

El río no es muy ancho pero es muy profundo, navegable a vapor, por lo menos 600 o 700 millas arriba. Después ya son cataratas y montañas muy altas. Este río pertenece a 3 naciones; desde la boca hasta una distancia de unas 150 millas pertenece al Brasil, donde tiene un puesto militar con unos 4 o 5 soldados, y un comandante, y la bandera brasilera izada en el puesto. De ahí río arriba unas 200 millas pertenece al Perú donde también tiene un puesto militar. De allí para arriba ya pertenece a Colombia, y casi toda esa región está llena de cascarilla, o sea la quinina.

La cascarilla es, la corteza del árbol que se extrae y de allí se saca la quinina. Para que tengáis una idea de la manera como se descubrió la quinina os diré lo que dice la historia. Un misionero que andaba por los bosques catequizando indios bravos, encontró un indio tendido en el suelo con una fiebre muy alta, y se acercó a un charco y bebió de ella. A las pocas horas ya estaba sano y bueno. El misionero probó con otros indios que tenían fiebre y les dio a beber de la misma agua y todos ellos se curaron. Descubrió que en ese charco de agua había un árbol caído que contagió el agua con su corteza que era la quinina.

El General Reyes tenía en esa región algunos cientos de indios descortezando los árboles y amontonando su corteza hasta que venía el General Reyes con su vapor, lo cargaba y lo llevaba al Pará. Y del Pará lo expedía para Inglaterra y América del Norte. En ese tiempo la quinina tenía mucho valor y el General Reyes llevó haciendo esos viajes durante 3 años, y se hizo una fortuna muy grande; ya enriquecido se dirigió a su país y en "Bogotá" se dedicó a la política y llegó a ser presidente de Colombia. Ya de presidente, un hermano suyo se dirigió a Iquitos, a tratar de asuntos comerciales que tenía allí pendientes.

En Iquitos murió y su hermano el presidente rogó al Gobierno peruano que expediése el cadaver al Pará., para allí ser conducido a Bogotá. El municipio de Iquitos así como el Prefecto y demás autoridades y también los nota­bles de Iquitos fueron acompañando el cadaver del hermano del presidente y le embarcaron en una lancha de guerra con destino al Pará. El viaje del Pará a Bogotá es muy largo y complicado; tiene que atravesar el Atlántico desde Pará hasta dirigirse a Valparaíso y de allí cruzar al Pací­fico hasta encontrarse con la boca del río "Magdalena", donde radica la capital de Colombia o sea Bogotá.

En 1910 estábamos Preciada y yo sentados en el patio del "Hotel Carlton" de Vichy y cerca de nosotros estaban 2 viejecitos sentados; nos dijeron que eran el ex-presidente Reyes y su señora, el cual vivía en Paris, retirado de la política. Me dirigí a él, y le dije estas palabras: "Mi General, me permito dirigirme a vuestra Excelencia para poner en su conocimiento que yo fuí uno de los que acompañaron el cadaver de su hermano desde el cementerio de Iquitos abordo de la lancha de guerra peru­ana que lo condujo al Pará. " Se levantó, cogió una silla y me dijo que me sentara a su lado y me hizo las preguntas: si yo venía de Iquitos, si yo era peruano; le contesté que hacía varios años que residía en Iquitos donde tenía mi negocio. Que yo no era peruano, oriundo de Tánger. Me pidió que le relatase con todo detalle la conducción del cadáver de su hermano abordo de la lancha de guerra, lo que híce. Además me preguntó si conocía en Tanger a un ministro que estaba aquí y que fue ministro de su pais en Bogotá cuando era presidente. Le contesté que sí le conocía. La señora de dicho señor hizo mucha amistad con Preciada y todos los días salían juntas; a los pocos días se marchó a Paris. Y aquí pongo punto y final del general Reyes para que vean Vds. lo pequeño que es el mundo.

Siguiendo mi relato del naufragio del " Presidente del Para, os comunicaré que muchos meses antes de este naufragio ya trabajábamos de nuestra cuenta sín tener corres­ponsales en el Pará, por cuanto la casa de Bento, ya enri­quecída, liquidaron su negocio y se dirigieron a Portugal. Pasando la casa a otros, que no pudiendo o no queriendo, darnos los créditos que acostumbrába la casa de Bento, para seguir nuestros negocios, liquidamos con ellos y lo que les debíamos era más o menos 3.500 libras; les firmamos letras escalonadas de 3 en 3 meses y que hemos pagado religiosamente, como sus intereses y hasta los sellos de las letras.

Así que ya estamos independientes y después de unos cuantos meses hemos podído reunir entre Iquitos y Teffé de deudas que nos debían y alguna venta de mercancías, la suma de 2.000 libras. Estas las empleé en compra de géneros en el Pará, para mi campaña de caucho en el Jurua, llevando como siempre he dicho mi canoa a remolque del vapor. Y fue cuando naufragué perdiendo todo lo que poseía menos las existencias de mercancías que teníamos en Iquitos, donde estaba vuestro padre. Vuestro padre ignora todo lo sucedido por cuanto estamos a una gran distancia uno del otro, pues que para ir del Jurua a Iquitos hemos de bajar desde el Jurua a Manaos; de este último a Iquitos hay una distancia más o menos de un mes a vapor. El lugar donde naufragamos era una playa y allí nos quedamos man­tenidos y atendidos por un vecino que vivía allí cerca, hasta que surgió un vapor de Manaos, y embarcó a todos los náufragos. El vapor se dirigía al alto Jurua, y allí con mucha sorpresa y alegría encontré de pasajero a Elías, mi tío, que me agasajó y me dió ropa, pues había quedado sólo con un pantalón y una camisa.

El caucho, en esa época estaba a un precio muy bajo, lo que núnca había llegado a 1800 reyes cada kilo; consideré que ese precio era tan bajo que me parecía imposible que durase, y que por fuerza el mercado tenía que mejorar. Me metí de lleno a comprar goma a crédito y dando giros a 90 días para el pago.

Allí en el Jurua éramos muy conocidos, y nos vendían con facilidad sus productos a crédito. Compré una cantidad muy grande y le iba remitiendo a Pará y Manaos con la orden expresa de no venderla hasta que lo ordená­semos. Terminada mi campaña bajé a Teffé, en el mismo vapor, y todo el trayecto encontramos varios vapores que surcaban el río y venían de Manaos y Pará, y a todos ellos les ha­cíamos parar para preguntarles el precio del caucho; la primera noticia que tuve fue de una pequeña alza; siguieron las noticias y todas ellas nos comunicaban más y más alzas en el precio al punto que cuando llegué a Teffé, punto de mi residencia, el precio de la goma era de 6.000 reyes, 3 veces y medio más de su valor.

Mi hermano en Iquitos como ya he dicho, no tenía noticias mías desde hacía muchos meses; llegó al puerto de Iquitos un vapor de Pará y muchos comerciantes ansiosos de saber noticias, y la principal noticia era el precio del caucho, se dirigían al puente y antes que el vapor atracara ya estaban los de tierra gritando y haciendo preguntas a los pasajeros que venían abordo. Uno de ellos, conocido nuestro, gritó y anunció a vuestro padre que el vapor "Presidente de Pará" había naufragado en el río Jurua pero que felizmente su hermano Abraham se había salvado; es de considerar la ansiedad y la inquietud que estaba vues­tro padre por mí y así es que cerró su establecimiento y se embarcó a encontrarse conmigo en Teffé. Yo todavía no había llegado a Teffé y él siguió viaje a Manaos y allí encontró en varias casas comerciales la goma que yo había remitido desde Jurua y se apresuré a venderla, de miedo a que bajase el precio. Pagó todos los giros que yo había firmado y nos quedamos con un beneficio de 8.000£.

Al llegar yo a Teffé me dijeron que mi hermano Moyses había pasado por allá y estaba en Manaos; seguí yo en el vapor para encontrarle y no puedo describir la ale­gría de ambos al vernos. Esto sucedió en 1892. Yo le dije a vuestro padre que ya estaba demasiado cansado del trabajo de la canoa y que lo mejor sería terminar con los negocios de Teffé y Jurua e instalarnos bien en Iquitos. Así ter­minamos 14 años que andé en los trabajos de la canoa sufriendo penalidades, riesgos, etc. etc. Por lo cual agra­dezco al Todo Poderoso tantos beneficios. Antes de seguir relatándoos el nuevo negocio de Iquitos y el viaje de vues­tro padre a Tanger en ese año, deseo relataros uno de los incidentes que me ocurrió en el Jurua cuando andaba en canoa. Había en el Jurua un carense ladrón y asesino que era el terror de toda la comarca. Se dirigía a las barra­cas y allí a la fuerza sacaba cuanto deseaba. Todos le temían y yo no le conocía a ese sujeto a pesar de los va­rios viajes que hacía en dicho río. Un dia atraqué en un puerto de una barraca en la margen del río y allí entró en mi canoa un sujeto chiquito y se instaló en la proa de la canoa. Yo sentado en popa debajo del toldo, me gri­ta: "0 judeo bote cachassa". Yo le contesté: Ahora mismo vas a salir de la canoa; me dice, ¿ no sabes quién soy yo? le contesto seas quien fuera ahora mismo sal de la canoa;! sabes que soy el terror del Jurua¡ Al oir tal nombre cogí el rifle Winchester que estaba a mi lado y le apunté repitiendo la orden que saliera de la canoa. Esta clase de gente llevan siempre un puñal muy delgado que tiran desde lejos al que quieren matar, y no hizo uso de él, limitándose a decirme que yo era "Bravo Judeo" el primer judío valiente que había encontrado y se acercó a mí con mucha amistad, me dío una palmadita en el hombro y se hizo amigo mío, le dí la cachassa que pedía y nos despedimos amistosamente. Quiero relatar un incidente que pasó a un cliente mío en el río “Ukayali” cerca de Iquitos.

Este cliente era buena persona, honrado, español, me dijo donde estaba establecido, salió un día de cacería él y un socio suyo, se internaron en el bosque y allí dan con una banda de jabalíes que principiaron a matar muchos de ellos con sus rifles, se les acabó las muni­ciones y el bando de jabalíes aumentaba en número incal­culable. Y no teniendo municiones se subieron a dos ár­boles, escapando de una muerte segura. Los jabalíes lle­varon toda la noche royendo las raices de los árboles; uno de ellos saltó a otro árbol viendo el peligro, los dos árboles cayeron al suelo, y devoraron en un instante a uno de ellos y se marcharon quedando el otro a salvo. Y es el español cliente nuestro que se salvó. El perió­dico "Imparcial" de Madrid lo publicó a su tiempo contado por el mismo español y que hemos leído aquí en Tanger.

Deseo también relataros de un regalo que hice a mi hermana Sol, un piano; en 1888 estaba a bordo de un vapor en "Jurua" donde iba como pasajero un señor alsaciano llamado Kahn que tenía una casa en Manaos y que era un comerciante muy fuerte con casa comercial en Paris. Pasó un vapor al lado nuestro y me entregó una carta de mi madre donde me comunicaba con mucha alegría que Sol mi hermana está aprendiendo piano. Nosotros gente modesta y de pocos recursos me causó mucha alegría tal noticia; se lo comuniqué al Sr. Kahn que era compañero de camarote y me ofreció que si quería mandaría él un piano a Tanger a mi hermana. Le dí la dirección de mi padre y pasaron al­gunos meses y me comunicó que ya lo había mandado; le pagué la factura que importó en unas 6o libras ; este piano causó una revolución en Tanger por cuanto una familia mo­desta como la nuestra recibiera un piano Pleyel; vivían en el piso de abajo de la sinagoga de Assayag, dos cuartitos y una cocina, gente modesta como nosotros, calculan Vds., el efecto que causaría para muchos conocidos de mi familia, porque ninguna tenía esa famosa marca.

Vuestra madre está a mi lado y no me deja escribir mucho de críticas sobre el piano y lo que se "entregaron" de mi madre. Algunos de los principales de Tanger que tenían varias hijas y el celo no dejaba en quietud a mi familia. Tanger en ese tiempo era muy chico y no se podían conformar que la familia de Pinto princi­piaran a salir de la sombra. Un sábado fue un señor a mi casa, al cual le daban mala vida sus varias hijas y tanto dijo a mi madre que la soltó llorando. El dicho piano aún existe y le tiene la familia Labos.

Muchos incidentes que me han pasado en mis viajes de canoa se me han olvidado, pero recuerdo uno que me pasó en el río “Japura"; éste es un río también afluen­te del Amazonas, y que tiene tres bocas; una de ellas cerca de Teffé, otra más arriba de "Fonteboa" y la tercera más abajo de Teffé. Este río es muy ancho y poco profundo y está casi todo deshabitado a causa que está invadido por los indios antropófagos; como yo era muy aventurado, pensé que podía hacer algún negocio en dicho río, y en la boca cerca de Teffé entré con mi canoa y navegué tres días aguas arriba al remo y no encontré ni una sola barraca ni gente con quien hacer negocio.

Resolví entonces volverme a Teffé y principié a bajar el río y ya muy tarde encontré una playa muy her­mosa y resolví pernoctar en ella. Mandé pescar y comimos buen pescado; armamos nuestros mosquiteros en la playa, puse una esterilla sobre la arena y una pieza de tela blanca como almohada, mi rifle Winchester al lado y mis dos remeros con sus mosquiteros uno a cada lado a causa de los mosquitos y yo en medio de ellos. En mi profundo sueño por el cansancio, oía una voz que me llamaba muy debagarcito; decía "¡Señor Abraham! ¡Señor Abraham! Onja !"Me siento, y veo detrás del mosquitero que era muy transparente unos bultos en la playa que se aproximaban a nuestros mosquiteros, puesto que era una noche muy clara de luna y se veía claramente.

Salimos de los mosquiteros todos nosotros y corrimos a la canoa, que estaba cerca de nosotros, nos embarcamos en ella, la empujamos al medio del río abando­nando todo lo que teníamos en la playa, y ya dentro de la canoa, principiamos a tirotear con nuestros rifles, y no sé si matamos a alguno de ellos, por cuanto eran 6 tigres que habían en la playa. El que me despertó avi­sándonos era un negro de " Bahía " que se llamaba " Malaquías "; era una fiera de valiente y me estimaba mucho y estuvo conmigo varios años de remero en la canoa. Otro remero tenía yoque se llamaba Ventura; éste era un indio de la tribu de antropófagos del "Japura£h, y que el año 1880-81 que estábamos establecidos en " Caiçara ", un mestizo que íba al "Japura" a traer indios para su tra­bajo de goma, me pidió que le diése algunas cositas para indios como collares de cuentas falsas, pulseras falsas, anillos de metal, y otras cositas que me trería un indio en cambio.

Después de unos cuatro o cinco meses me trajo un muchachito de unos 15 años completamente salvaje; le pusimos el nombre de Ventura, estuvo conmigo unos 15 años de remero y resultó un borracho y ladrón. Me pidió después de unos 2 o 3 años que estuvo conmigo que quería ir a visitar su país, le dí una pequeña canoa y después de 4 o 5 Meses regresó.

Otro indio hemos tenido también de la tribu "Tucumas" que nos trajo el señor León Maimaran del río "Ukayali" y estuvo con nosotros varios años. Éste lo trajo Jaime mi hermano a Tanger y estuvo viviendo con nosotros. Le compró Jaime mi hermano un caballo donde se paseaba. Volvió a Iquitos con uno de nosotros y estuvo algunos años más de cocinero.

En estas memorias no tengo hablado de mi hermano Jaime que marchó de Tánger en 1888; estuvo en Jurua unos 2 años, de allí siguió a Iquitos. Era un jóven que tenía mucha simpatía, jovial y bondadoso, estimado por todo el que le trataba, y con su bondad se le facili­taba todo en todos los departamentos gubernamentales como sean aduanas, clientelas, etc. etc. No trabajó muchos años, por cuanto su salud no se lo permitía pero lo que trabajó sacaba buenos resultados de ello.


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